Libros silentes, libros mudos, libros sin palabras, álbumes sin palabras. ¿Qué son los libros silentes?, ¿cómo funcionan?, ¿cuáles son sus exigencias, sus posibilidades, sus alcances, los lectores que exhorta?
Los libros silentes funcionan desde la estética del silencio, desde la potencia de la imagen visual. Nos presentan la maravillosa posibilidad de crear desde la aparente mudez de la palabra, suponen la creación literaria desde otros lenguajes distintos a la palabra escrita.
Cercanos a las novelas gráficas, a veces al cómic, al lenguaje cinematográfico, a la fotografía, a la pintura, el libro silente dispone de otros recursos, herramientas y estrategias para extender el discurso visual. Nos enfrentamos al poder de lo no dicho en conjunto con la armonía de la imagen.
Así funcionan, potenciando en cada imagen lo literario, construyendo sentidos a partir de códigos visuales sugestivos, seductores, provocadores. En los libros álbum dialogan texto e ilustraciones, en los libros silentes dialogan las imágenes entre sí, y como en todo libro -pero quizá aquí de manera más acentuada- los lectores dialogan con las imágenes, con cada página de manera individual y en su conjunto.
El especialista en literatura infantil y juvenil Fanuel Hanán Díaz en su conferencia El discurso visual y la construcción de sentido afirma lo siguiente: “Los libros silentes puede llegar a ser artefactos sofisticados que ofrecen una experiencia lectora más allá de lo inmediato, pueden conmover y asombrar, pueden aliviar la retina y dejar en el alma la honda huella de lo estético, pero también pueden instalar experiencias inquietantes, preguntas incontestables, deseos de búsqueda, semillas de lo extraño y mares profundos de contenidos, condiciones que hacen posible la construcción de significados.”
El libro silente ofrece un sinnúmero de posibilidades de interpretación. No son imágenes puesta al azar, hay una fuerza narrativa muy potente en el orden establecido.
Aquello que estaba en la otra página y ya no está en esta, o está de otra manera. El libro silente ofrece, da, se abre a los lectores, se abre al lenguaje, conecta otras formas del lenguaje. Pareciera que no dijera y en ese ocultamiento aparente y deliberado, dice, me dice, me indaga. Cada imagen se dirige a mí directamente; me cuestiona, espera por mi voz, yo le doy voz a lo que veo, yo soy toda voz y toda palabra, la voz de la imagen, la voz del libro, la voz del autor o la autora. Yo como lectora o lector completo el círculo, inauguro el juego, continúo la historia.
¿Por qué esa imagen y no otra?, ¿por qué ese color?, ¿por qué esa imagen inicial?, ¿por qué esa imagen final? Cada cosa dice. Cada página habla en relación con la totalidad del relato. Es una invitación constante a observar lo que no está, a preguntarnos por lo invisible, por qué eso y no otro. Muchas preguntas, múltiples posibilidades. El libro sin palabras es una invitación permanente a ensanchar la mirada, a ampliar el análisis; el libro silente me requiere, necesita que me meta en lo que veo, me exige que vea, que conecte, que ate nudos, que teja la historia, que persiga esos bordes, esas líneas, esas sombras, que siga las pistas de esos colores, que recoja las migajas de esos tonos, de esa imagen, que vincule ideas, que encadene secuencias…
Dentro de lo asombroso que es en sí mismo el infinito mundo de la literatura, están entonces los libros silentes. Potencian la comunicación, extienden la conversación, la comprensión lectora, invitan a la concentración, a detenerse en el detalle, en las formas. Al enfocar la mirada en la imagen, y en lo que en ella se nos pretende comunicar, nos esforzamos en darle sentido a lo que vemos, en construir el relato, en fabular desde la imagen. Propiciadores del pensamiento crítico, del análisis, de la comparación, fortalecen asimismo el discurso oral como escrito. El autor o autora nos va llevando por su propuesta gráfica y narrativa, y nosotros, lectoras, lectores vamos paseando y modelando aquello que se nos presenta.
Los libros silentes son un elogio al silencio, al mismo tiempo que hacen estallar en nosotros no solo palabras sino diversidad de lenguajes. Son una invitación a la percepción, a la intuición, a la fina observación, a la persecución del detalle, al diálogo interior. Ante un libro silente trazamos caminos, armamos líneas discursivas, construimos, imaginamos. Como el autor o autora, creamos desde el silencio y ante el profundo e insondable campo de lo visual expuesto en el libro, y de nuestra propia mirada que debe ser lo suficientemente amplia y generosa para recibir todo aquello que se le está dando.
Articulo escrito por Anabell Posada Ramírez. Promotora de Maletines Viajeros. Licenciada en Letras. Mediadora de lectura y escritura con más de 10 años de experiencia. “Me encanta leer, especialmente la literatura escrita por mujeres, la literatura japonesa, la llamada literatura infantil y juvenil, ensayos y sobre la formación de lectores y lectura en la escuela. Disfruto y aprendo mucho compartiendo lecturas, hablando de lo leído, leyendo en voz alta. Mi lugar favorito es la Biblioteca, un espacio donde no solo voy a leer sino a estar en silencio.”
Espectacular, libros silentes nos llevan a imaginar, concatenar, inferir, crear, enlazar, visionar, profundizar, ambientar, descifrar, reflexionar, construir y muchas actividades geniales
Me encantó este artículo, gracias por compartirlo. No sabía que estos libros con sólo imágenes tenían este nombre: libros silentes y menos que este silencio también hacía parte de la formación lectora. Gracias por que cada día y cada experiencia con ustedes ayudan en mi formación que se ve reflejada luego en mis estudiantes.