Uno de los aspectos fundamentales que trabajamos cuando promovemos la lectura y la escritura en las instituciones educativas es el ejercicio de la ciudadanía. Tener claro que leer y escribir nos abren la puerta al desarrollo como comunidad y a la participación dentro de la misma, nos lleva a repensar las prácticas y actividades que realizamos, por ejemplo, resulta imprescindible asumir la escritura como proceso y como un ejercicio serio que será leído por otras personas que incluso podrán opinar sobre él y discutirlo, lejos de ser un algo que se presenta solamente a la docente del grado. Al asumir el compromiso de la escritura con un fin social, los estudiantes deben cuidar aún más el sentido de lo que se dice, que de verdad manifieste sus necesidades o intereses, que responda a un contexto, que sea un texto bien editado y presentado. El docente, además de acompañar y guiar el proceso, debe provocar además espacios de encuentro alrededor de los mismos, en los que el intercambio de opiniones de vida a lo que se ha construido
Ahora bien, cuando promovemos la lectura y la escritura estamos sin duda construyendo comunidades de paz, esto sucede si se presta especial atención a algunos aspectos que deben ser trabajados en diferentes espacios institucionales:
1. Reconocimiento y educación emocional: Lo primero que hay que manejar es el autoconcepto, si eres de las personas a las que no les atrae mucho el concepto de autoestima, es necesario al menos centrase básicamente en el autoconcepto, es decir, qué pienso de mi y que pienso de lo que pienso de mi, esto evita la presión de grupo ya que se va teniendo en cuenta más el desarrollo como persona y de paso el reconocimiento del otro como diferente, por tanto, su aceptación y construcción conjunta.
Respecto al reconocimiento de emociones, se hace necesario ayudar a que los niños e incluso adolescentes reconozcan qué es lo que están sintiendo. Si un estudiante dice estoy triste no es nada más sentir lástima o decirle que no debe sentirse así, o darle un juguete o actividad para que “se olvide de eso”, aquí lo que se trata es de reconocer que está triste, qué ha provocado esa tristeza, dónde y cómo la siente y brindar herramientas para que pueda ir transitando, procesando y luego cambiando esa emoción para dar lugar a otra como la alegría.
Finalmente vale la pena recordar que las competencias emocionales se desarrollan, así que trabajar educación emocional es una de las mejores apuestas que cada institución educativa puede asumir
2. Resiliencia: Siempre recuerda la frase: Convierte tu muro en un peldaño. Es indudable que cada día encontraremos retos y dificultades, pero de igual manera podemos ir desarrollando la forma de verlos y analizarlos, el sentido que tiene esa dificultad en este momento, el valor que representa el fracaso como aprendizaje, y las herramientas que hay en el interior de cada uno para hacerse más fuerte una vez que comprende que todo se puede solucionar, que algunas cosas dependen de ti, para otras hay que pedir ayuda y en otros momentos solamente aceptar y fortalecerse.
Resulta interesante trabajar con los estudiantes: Yo tengo (apoyo externo), yo soy (fuerza interior) y el yo puedo (gestión de conflictos) a través de reflexiones, literatura, círculos de valores y muchas conversaciones
3. Reconocernos como diferentes. El concepto de inclusión ahora migra a respetar la diferencia del otro y la primera señal de respeto es la escucha. Con esto en mente, es necesario promover desde las instituciones actividades que permitan ser espacios de encuentro, de intercambio, de asumir que los otros son diferentes, pero son interlocutores válidos y que desde allí se dan los mayores aprendizajes
Para apoyar esta parte les recomiendo un libro llamado Stelaluna en el que reflexionarán sobre ¿Cómo podemos ser tan diferentes siendo tan parecidos y cómo podemos ser tan parecidos siendo tan diferentes? y otro llamado El día de campo de Don Chancho en el que el mayor poder y fortaleza que se tienes es ser uno mismo
4. Memoria y paz. Es indudable que recordar hechos, emociones, espacios, darles voz, traerlos al presente, gestionar el dolor, son pasos fundamentales para sanar. La lectura y la escritura nos pueden brindar esa magia: un buen texto puede ser el detonante para conversaciones que pueden ayudar y al leer las situaciones de los personajes de la historia, se pueden ir gestionando emociones y activando recuerdos desde otra mirada. A su vez, existen muchas actividades que pueden invitar a escribir tanto para hacer catarsis como para transformar los recuerdos en textos o creaciones literarias que le ayudan a la persona y a los otros que se acerquen al escrito.
Algunos libros que pueden servir en esta misión son: Cuando callaron las armas, La composición, Paso a paso, El diario de Ana Frank, El niño del pijama de rayas.
Sigamos apostando a la lectura y la escritura en las instituciones como ejercicios sociales, para lograr comunidades en las que se ejerza de mejor manera la ciudadanía, se construyan acuerdos y se logre vivir de manera más sana y en paz.